El Óctuple Noble Sendero: Una guía para liberarnos del sufrimiento
Si necesitas un cambio, es posible que aquí encuentres las claves para llevarlo acabo. Conoce nuestra interpretación actualizada de este texto de sabiduría budista milenaria.
SABIDURÍA
Escuela Shaolin Quan
El Óctuple Noble Sendero: Una guía para liberarnos del sufrimiento
En el artículo de hoy nos metemos de lleno en la explicación del óctuple noble sendero. Una guía milenaria, elaborada con el fin de comprender el funcionamiento de la mente y lograr discernir lo verdadero y lo falso que habita en nosotros. Para erradicar finalmente el sufrimiento de nuestras vidas, alineando así: cuerpo, mente y espíritu.
Este proceso, en términos budistas se conoce como camino hacia la iluminación, de ahí lo de noble. Según cuentan muchos lo han logrado, pero nosotros, humildemente, comenzaremos por tratar de comprender, armados de paciencia, aquellas zonas aún por explorar. Porque, que mayor labor puede existir, que comprender a la única persona que te acompaña cada segundo de tu vida, desde tu nacimiento hasta tu muerte, a ti mismo.
(Antes de continuar, recomendamos haber leído el artículo anterior: “Introducción al Óctuple Noble Sendero: Una guía para liberarnos del sufrimiento” donde explicamos de forma más amplia conceptos a los que aquí nos referimos)
Óctuple Noble Sendero
Los ocho anotaciones que lo componen se agrupan en tres categorías: sabiduría (prajna), conducta ética (sila) y entrenamiento o purificación de la mente (samadhi).
La palabra original en idioma pali, utilizada en cada uno de los ocho conceptos del noble camino, es “samma”, que significa plenitud, coherencia, perfección o ideal. Sin embargo, la palabra que se suele utilizar en castellano es “correcto”, para referirse a la cualidad de coherencia o perfección que conlleva la comprensión plena de cada uno de los puntos.
Bajo nuestro punto de vista, la palabra “coherente” se ajusta perfectamente a la idea que queremos trasmitir de alinear la mente inconsciente con la mente consciente, o lo que es lo mismo: alinear pensamiento, palabra y acto.
A continuación, anotamos los ocho puntos del noble camino agrupados en sus tres categorías correspondientes:
Sabiduría:
Comprensión correcta (coherente)
Pensamiento correcto (coherente)
Conducta ética:
Habla correcta (coherente)
Acción correcta (coherente)
Modo de vida correcto (coherente)
Entrenamiento de la mente:
Esfuerzo correcto (coherente)
Atención correcta (coherente)
Concentración correcta (coherente)
Vamos a explicar e interpretar uno por uno cada concepto. También te animamos a hacer tu propia interpretación incluso antes de continuar la lectura de este artículo, ¿te animas?
Categoría de Sabiduría
La sabiduría trata sobre la mente y su habilidad para discernir aquello que es positivo o negativo para nosotros, a través de la observación, la prudencia y la sensatez. Se desarrolla a través de las experiencias propias o ajenas, y surge a través del hábito de la reflexión, aportando un mayor entendimiento sobre las situaciones que vivimos y desarrollando la habilidad de distinguir lo verdadero de lo falso.
1. La visión o comprensión correcta
Esto implica cuestionar todas nuestras creencias y percepciones, lo que nos permite exponernos a nuevas formas de ver el mundo. Nuestras percepciones están distorsionadas por diferentes motivos psicológicos, lo que nos lleva a sufrir innecesariamente. Al tomar consciencia de que nuestra percepción no es la realidad en sí misma sino una ilusión, abrimos la puerta al cambio.
Cuando nos permitimos ver las cosas desde diferentes puntos de vista, nos estamos permitiendo abandonar el punto de vista de víctima de las circunstancias que nosotros mismos creamos. Esto conlleva hacernos responsables de nuestras percepciones y de la respuesta emocional que desencadenan sobre nosotros.
Una vez comprendemos que percibimos el mundo como hemos aprendido a hacerlo y no como realmente es, podemos cuestionar todo aquello que pasa por nuestra mente, al no identificarnos con nuestra propia percepción abrimos la puerta a una renovación completa y consciente de nuestro lugar en el mundo y de nosotros mismos.
Es un proceso comparable a abrir las puertas y ventanas de una casa cerrada y sin luz por muchos años. Esto nos permite ver con claridad la distribución, el orden y suciedad de aquello que necesita ser revisado. ¡Siempre es mucho!
2. Pensamiento correcto
Esto implica cultivar pensamientos positivos hacia nosotros mismos y hacia los demás. Cuando cambiamos nuestra manera de pensar, cambiamos nuestra manera de sentir, y cuando cambiamos nuestra manera de sentir, cambiamos nuestra manera de actuar. En este punto, debemos comprender que todo surge de nuestra mente y que la realidad que vivimos es, literalmente, una proyección de lo que llevamos instalado dentro.
Si transformamos nuestra forma de pensar inconsciente e incoherente, por formas de pensamiento conscientes y coherentes, percibimos como todo aquello que nos sucede actúa en nuestro favor y no en contra, más allá de atribuirles un valor positivo o negativo.
Estamos acostumbrados, porque así lo hemos aprendido, a etiquetar las cosas como buenas y malas en cuanto nos suceden. Esta conducta alimenta en nosotros una montaña rusa de emociones, cuando nos pasan cosas buenas nos sentimos bien, y cuando nos pasan cosas malas nos sentimos mal. Por lo general no pasamos de ahí, o quedamos atrapados en un bucle mental de pensamientos y emociones sin fin. El pensamiento correcto, nos invita a aprender a reflexionar antes de etiquetar las cosas y dejarnos arrastrar por una tormenta emocional.
La reflexión objetiva sobre nuestras propias circunstancias, nos ayuda a tomar consciencia sobre aquellos elementos personales que han generado una situación. Puede ser debido a creencias erróneas, reacciones impulsivas o falta de atención sobre una circunstancia en un determinado momento. Cuando una situación negativa la analizamos de forma honesta y objetiva, sin duda nos aportará una información valiosa sobre nosotros que de otra manera pasaríamos por alto.
Las dificultades y el sufrimiento surgen como síntoma de que hay un conflicto importante en nosotros al que debemos prestar atención.
Conducta ética
La ética trata sobre nuestra conducta en las relaciones, sobre lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto, justo o injusto. Esto, al ser algo aprendido en su mayor parte dentro del entorno familiar, conforma nuestro carácter de acuerdo a unos valores que deben ser revisados desde un espectro más amplio. Ya que no necesariamente ha de estar alineados con aquello que realmente pensamos al respecto.
3. El habla correcta
Esto implica comunicarnos de manera honesta, lo que nos permite expresar nuestras necesidades y emociones de manera clara y efectiva. Expresar como nos sentimos, nos permite reconocerlo, lo que da lugar a la aceptación y como consecuencia, establecemos una relación más sincera con nosotros mismos.
Reconocer nuestros sentimientos es reconocernos y validarnos interiormente. Esto nos permite, con la experiencia, reconocer nuestros propios valores más allá de los aprendidos. Nos permite ser conscientes de qué nos gusta y qué no nos gusta, qué nos hace sentir bien o mal. Reconocernos produce orden y coherencia mental, lo cual nos permite tomar decisiones más positivas y beneficiosas para nosotros.
Por otro lado, decir mentiras expresa la necesidad de ocultarnos aquello que no deseamos reconocer. Hablar de forma irrespetuosa no es más que la falta de respeto que nos tenemos a nosotros mismos. Otro ejemplo es hablar mucho o por encima de otros, que expone lo poco que nos estamos escuchando.
Prestar atención a como nos expresamos, que palabras utilizamos, de qué hablamos o de qué no nos gusta hablar, el tono y el volumen de nuestra voz según las circunstancias y según con quien hablamos. También, observar nuestra conversación mental, que palabras usamos y como nos hablamos a nosotros mismos ¿Cuántas cosas positivas nos decimos, y negativas?
Tomar consciencia de todo lo que acabamos de mencionar, supone una fuente enorme de información sobre como nos vemos a nosotros mismos y como nos mostramos ante los demás. El habla correcta, nos invita a reflexionar sobre nuestros puntos débiles o fuertes, así como las conductas aprendidas y condicionadas por falsas creencias. Estamos llenos de formas de pensamiento automatizadas que nos afectan y pasan totalmente desapercibidas.
4. Acción correcta
Esto implica actuar de manera ética y moralmente correcta en nuestras vidas. ¿Y qué es lo correcto? Es aquello que nos beneficia actuando de forma positiva sobre nosotros, contribuyendo en la mejora de nuestra paz interior y mejorando nuestra vida en cualquier aspecto, siempre que respetemos los derechos, la libertad y el pensamiento de los demás.
Por este motivo, una conducta correcta conlleva una actitud reflexiva ante las circunstancias que creamos diariamente. Pararnos a pensar el porqué nos sucede esto o aquello y qué nos cuenta sobre nosotros cada situación, sin victimizarnos ni acusando a lo demás de cómo nos sentimos. Adquirir una visión objetiva sobre nosotros y escuchar nuestras auténticas necesidades, es esencial para encontrar la forma de actuar más adecuada ante cada situación.
Aquí, repetimos algo que ya mencionamos antes y quizá paso desapercibido: cuando cambiamos nuestra manera de pensar, cambiamos nuestra manera de sentir, y cuando cambiamos nuestra manera de sentir, cambiamos nuestra manera de actuar. Esta relación “pensamiento – sentimiento – acción” tiene una característica particular, y es que el orden de los elementos no altera el resultado, es decir, si cambio mi forma de actuar afecto a mi forma de sentir y de pensar, o si cambio mi forma de sentir, igualmente cambiaré mi pensamiento y mi forma de actuar.
La mente es programable y podemos introducir el “código” por tres vías: el pensamiento, el sentimiento o la acción. Prueba a sentirte fuerte, pensar en fuerza, o en hacer un gesto de fortaleza con tu cuerpo, también puedes hacer los tres.
Observando como nos movemos y nuestra actitud corporal podemos aprender mucho sobre como nos sentimos, o sobre qué pensamos de nosotros a nivel subconsciente. El cuerpo es una extensión de la mente, el cuerpo no engaña.
5. Modo de vida correcto
Esto implica elegir una forma de vida que esté en armonía con nuestros valores y principios. El modo de vida correcto nos ayuda a cultivar una mayor autenticidad y satisfacción en nuestras vidas. También nos permite vivir de acuerdo con nuestros propósitos y metas más elevados.
Nuestro modo de vida es nuestra forma de sustento, nuestra ocupación principal o nuestra profesión. Sentirnos satisfechos y llenos con aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo, y además nos retribuye económicamente, es esencial para lograr un sentido de plenitud en la vida. Descubrir, y lograr llevar a cabo nuestro propósito en la vida constituye una fuente muy importante de esfuerzo, trabajo y disciplina, pero también de paz y felicidad.
Entrenamiento de la mente
El entrenamiento o purificación de la mente se refiere a un esfuerzo mental, educar y disciplinar la mente es la clave para lograr todo aquello que nos propongamos.
Este último apartado trata sobre cómo el practicante budista puede ir transformando la actividad de su mente, sus emociones, y la forma de ver la realidad.
6. Esfuerzo correcto
Esto significa un esfuerzo continuado, sostenido y consciente, para lograr mantener la mente libre de todo aquello que nos distrae del camino hacia la consecución de nuestros objetivos.
Nuestra necesidad de mejorar, debe superar la pereza y el conformismo de permanecer donde ya estamos. La estructura mental y el sistema de creencias que ya tenemos, nos han llevado a una vida de insatisfacción y sufrimiento, por lo que esas mismas herramientas no pueden ofrecernos más de lo que nos han dado. Si deseamos obtener unos resultados diferentes, necesitamos una mente diferente.
El esfuerzo correcto, comienza con la determinación de querer cambiar. Por este motivo, es habitual el caso de personas que han llegado al límite de su sufrimiento, en forma de depresión, por ejemplo, y gracias a esta circunstancia obtienen la claridad suficiente para comenzar una auténtica transformación interior. Ver que todo se derrumba a nuestro alrededor, puede ser una gran oportunidad para iniciar el camino al cambio que necesitamos.
La mente necesita orden y coherencia, la mente trabaja eficientemente en niveles bajos de estrés, y también, a la mente le gusta la rutina y familiaridad con el entorno. Estas características podemos aprovecharlas en nuestro favor, pero también pueden volverse en nuestra contra. Si nuestra mente está habituada a algo, va a requerir un esfuerzo mayor cambiarlo. La mente no distingue si algo es bueno o malo para ella, simplemente reproduce sistemáticamente aquello que en algún momento aprendió.
La mente funciona como con un sistema de carreteras de pensamiento, si aprendió que “A” va a “B” y luego a “C” así va a ser siempre. Por este motivo, debemos ser muy conscientes de que, si queremos alterar esa forma de pensamiento, ese programa mental, necesitamos reeducar nuestra propia mente. Para esto se requiere de un esfuerzo extra y de una voluntad férrea.
Transformar o reeducar la mente implica poner un esfuerzo consciente y constante en nuestro crecimiento personal y espiritual. El esfuerzo correcto nos ayuda a superar los obstáculos y desafíos que encontramos en nuestra vida, y nos permite desarrollar cualidades positivas como la paciencia, la perseverancia y la determinación.
7. Atención correcta
Esto implica vivir presentes en cada momento, sin juzgar ni aferrarnos a nuestros pensamientos y emociones. Cuando prestamos atención a nuestros pensamientos, comenzamos a observar qué tipo de pensamientos tenemos, y nos hacemos más conscientes de como la mayor parte del tiempo permanecemos ausentes de aquello que estamos viviendo. Nuestra mente va por un lado y nuestro cuerpo por otro.
Ese estado de desconexión cuerpo – mente, nos mantiene en un estado de desconexión de nosotros mismos que nos impide reconocer ni el que pensamos ni como nos sentimos. Por esto, es imprescindible incorporar el hábito de realizar algún tipo de ejercicio físico diario, que nos ayuda a establecer esa conexión. El ejercicio físico es esencial para mantener el cuerpo y la mente sanos, o como mínimo ayuda a mantener a raya el estrés y la ansiedad, en el caso de que no lo estemos solucionando de otra manera.
Por lo general, realizamos nuestras rutinas cotidianas automáticamente, inmersos en una nube de pensamientos y emociones recurrentes y desorganizadas. Es ahí donde necesitamos prestar una atención consciente y desentrañar poco a poco esa maraña mental. Para esto, es una excelente herramienta la práctica de meditación, tomarnos unos cinco o diez minutos al día para mirar hacia adentro y echar un vistazo a nuestra nube personal de pensamientos y emociones.
Para lograrlo vamos a necesitar práctica, ya que acostumbrarnos a mirar adentro es más complicado cuanto menor sea el hábito que tengamos de hacerlo. Sin embargo, uno vez nos acostumbremos, podremos incorporarlo a diferentes momentos del día, hasta convertirlo en un hábito cotidiano, que nos aportará no sólo mucha información sobre nosotros y nuestro entorno, sino sensación de tranquilidad y paz interior.
A la mente no le gustan ni los cambios bruscos ni los extremos, por esto debemos habituarnos a realizar las cosas nuevas desde pequeñas metas y objetivos alcanzables. Crear una nueva rutina no es nada fácil, por lo que trazar un plan o un camino a seguir progresivo, coherente y dentro de nuestras posibilidades, nos facilitará enormemente el proceso de adaptación para adquirir nuevos hábitos. Cuantas más cosas positivas nos aporten nuestros hábitos diarios, mejor estaremos aprovechando nuestras capacidades, nuestra energía, nuestro tiempo y nuestra vida en general.
8. Concentración correcta
Esto implica cultivar la capacidad de enfocar nuestra mente en un solo objeto o pensamiento, desarrollando así una mayor claridad y calma mental. La concentración correcta nos ayuda a superar la distracción y la dispersión mental, y nos permite experimentar una mayor paz y serenidad interior.
La capacidad de concentración de la mente es algo que necesita ser desarrollado y entrenado, especialmente en la infancia. Cuanto mayor sea el foco que ponemos en algo, con mayor éxito nos aseguramos lograr nuestros objetivos. Sin embargo, esto no siempre es sencillo y requiere de aprender a distribuir esa concentración de forma equilibrada, ya que puede derivar en los extremos, ya se generando rechazo u obsesión.
La concentración vamos a desarrollarla esencialmente hacia el interior. A través de la meditación y la armonización de nuestra respiración, alcanzaremos progresivamente estados mentales más profundos. Estos estados los iremos reconociendo en base a la misma práctica y experiencia. Familiarizarnos con este proceso de interiorización, es un viaje hacia nuestras profundidades, donde lo que cada uno encuentra son las claves de sus conductas más arraigadas.
Lentamente iremos atravesando los diferentes niveles mentales: pensamiento verbal, emoción y calma. Al igual que un buceador se sumerge en el océano, podemos observar en el camino de descenso todo aquello que habita dentro de nosotros, hasta alcanzar la profundidad necesaria donde comprobamos, personalmente, que todo ha sido una creación alimentada por nosotros mismos, ya que la realidad inalterable de nuestro fondo marino son la paz el equilibrio.